Fue el sábado y fue mágico. Una cercanísima Carmen París poseyó el escenario del Café Teatro Pay Pay. Lo hizo suyo.
Un escenario de colores de casa. Un piano de un amigo. Ilusiones repartidas por la sala... Ganas de disfrutar de la voz de una mujer delgada que crecía sin parar en el escenario y de descubrir el por qué de sus canciones.
Jotas, candombe, bolero chá... Física cuántica... ¿Sabián que cuando dos quarks (partículas) con un mismo spin (giro) son separados, allá donde esté uno de ellos, si cambia su spin, el otro también lo varía, sin importar la distancia que exista entre los dos? A esto, Einstein lo llamó "Distancia espeluznante" y Carmen lo convirtió en la demostración del amor y en un bolero.
"Hay algo que nos inquieta, nos rodea... qué distancia espeluznante. De tu puerta hasta la mía, si la mides, un océano contempla emociones largamente maniatadas, que se pasean desvestidas. Y por eso nuestras almas en su danza, vida mía, no se pueden desligar".
La sensación de tener a una amiga en el escenario a la que hace años que no ves y que te está contando qué ha sido de su vida. El placer de sentirla así, cerca, a gusto. Saber que, desde el comienzo, queda poco para que acabe.
"Con el paso de los años, se queda el corazón cansado de ansiedades. Perpleja la inocencia, gastados los disfraces. Quiero descubrir si fui quien soy ahora, retomando mi persona".
La maña más de Cádiz con pinta de Nana Mouskouri hizo que los minutos corrieran más que nunca, paseó sus dedos por el piano con suavidad y con fuerza, cantó con mimo y con saña... y habló. Habló del amor, de las injusticias, de su tierra, de la mía, de otras tierras, de la mujer, de los hombres... Del amor...
"Si acaso no fuera mi voz lamento enardecido, no andarías esquivo con la sinceridad. Sepas que me empleé en el intento de atender tus sentimientos y tener la fiesta en paz. Poco ya me queda por decirte, ahora soy un cuerpo triste despistando su dolor".
Los que tuvimos la suerte de verla, recordaremos uno de esos pocos momentos que se dan en los que no hay distancia entre el escenario y el público. Los que no pudieron disfrutar de ella saben que se han perdido un instante mágico. Un instante que duró noventa minutos y que me guardo en el cajón de las noches para recordar.
Los que no fueron tampoco sabrán nada del amor entre quarks con un mismo spin...